Es lo usual comenzar por el principio cuando uno quiere iniciar alguna historia que parten desde el día 1. Pero como es algo latero, comenzaré por donde se me dá la gana.
Y lo que me dá la gana es partir contando los 42 grados de calor en la ciudad de Hermosillo, en la provincia de Sonora, México. Algo habitual en la ciudad, pero como uno viene del invierno, creí derretirme más de alguna vez. Contar que mi segundo día allá tuvo lugar la primera lluvia del año, con truenos, relámpagos y el auditorio de la Universidad de Sonora, mojado por una filtración. Maravilloso.
Contar la buena comida, la carne de res, la cerveza, la crema de chipotle. Contar sobre los amigos que tan bien me recibieron y me integraron y con los cuales compartí breves pero entretenidos momentos: Ana, Ángel, Oralia, Jesús, Edu, Mauricio, Jeff, Athena, María del Rosario, y claro, mi queridísima Rosío, quien incentivó mi participación en el XVII Encuentro Hispanoamericano de escritores Horas de Junio.
Contar la cantidad de buenos poetas, lecturas entretenidas, libros interesantísimos de las cuales muchos fueron intercambiados por mi novela luego de que la presenté el día viernes. Destaco la asombrosa dedicación de cada uno de la gente que conocí allá por la cultura. Lo mejor, aprendí, de ellos, del aire, del calor, de la comida.
Y aprendí muchas cosas alejadas de la literatura: llevar menos ropa en la maleta; viajar más cómodo; baterías de repuesto; puedo llevar encendedor en el avión mas no agua mineral.
Algunos recuerdos: Jeff mirando el Indio Pícaro que le llevé; el escarabajo de Ángel que parece detenido en el tiempo, excepto por el blanco; las cruces frente a la universidad en recuerdo a los infantes muertos; el calor; las risotadas cuando presenté revista Herencia he hice comentarios poco decorosos; Athena comentando que no quería dejar de leer mi novela y que tuvo que detenerse porque debía salir; cuando nos dijeron con María del Rosario que no habíamos pagado la habitación; la Sofía llevándome al Zócalo en el DF y luego abandonarme y tener que irme solo al aeropuerto, más perdido que el Teniente Bello; ¡venden Camel!
Lo más emocionante, presentar mi novela por primera vez, esta cosa tan extraña, tan imprecisa... quizás un breve ensayo para la presentación acá en Chile.
Gracias a los amigos, a la comida, a los libros intercambiados, a los gestos de cariño y los regalos.
Gracias a Jeff y Rosío.
Gracias a las Horas de Junio.
PD: Me faltó, entre tanto desorden, mencionar a mi cuate Iván. Imperdonable. Acá la aclaración.