Aquel, un impreciso reflejo
"Nos hallamos ante una novela sustancial". José Ortega y Gasset, de quien tomo la anterior frase, no diría otra cosa. Entendía por ello el autor de "Ideas sobre la novela": Primero, la morosidad, carácter que esta novela de David Gallardo tiene: su ritmo es pausado, de "adagio" meditativo, como requiere la difícil exploración del alma femenina. En segundo lugar, ésta es una novela "autóptica": La frase siempre breve y precisa opera en la narración de esta novela como filo de cortante bisturí que separa lentamente los tejidos psicológicos de su protagonista, hasta develar uno de los misterios ancestrales femeninos, por qué la dama se mira al espejo. Hay estudios psicológicos sobre ello, pensemos en los de Carla Bochetti, pero faltaban los narrativos, que aquí David Gallardo con mano maestra nos entrega. No cabe duda, entonces, que los psicoanalistas tendrán en esta novela materia para responder lo que Freud nunca se pudo contestar; decía el médico de Viena: «La gran pregunta que nunca recibe respuesta y yo no estoy capacitado para responder, después de mis treinta años de estudios sobre el alma femenina, es ¿Qué desea una mujer?».
Pero, lector, la novela que tienes en tus manos, va más allá: Su estilo, sin dejar de ser realista, toca la objetividad sólo en el punto que la narración exige para que el mundo contado no se nos diluya. Un estilo que me atrevería a calificar de nuestro tiempo, tan cercano a la pintura "realista" de Claudio Bravo.Creo que por ahí van los nuevos estilos.
Y el mensaje: En un mundo enfermo por la imagen, la imagen enferma al hombre, mucho más a la mujer. Esta provocación y acoso de la imagen, se acusa de muchas y diversas maneras, la depresión es una de ellas; pero faltaba la de la "tortura" del espejo que, David Gallardo, con tanto acierto nos revela analíticamente aquí en esta su novela.